Friday, February 10, 2006

Dastino...

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Eran las doce de la noche; de una noche fría en la capital rusa, Moscú. En una taberna de mala muerte se estaba jugando una partida de cartas ilegal. Jugaban tres soldados rusos y el dueño de aquel antro. Llevaban jugando muchas horas y el dinero iba y venia.
En cada partida pasaba de unas manos a otras. Pero había un personaje que aquella noche estaba teniendo muy mala suerte. Tan mala suerte que solamente le quedaba un rublo por jugar. Todo lo demás lo había perdido. Ese pobre hombre era Iván, un joven soldado ruso, el cual empezaba a pensar en como poder dar un vuelco a su suerte. Miraba con avidez las cartas y sus manos temblaban de una manera alarmante. Un sudor frio le caía por la frente. En ese momento, en un movimiento, quien sabe si reflejo o no tocó con una de sus manos la culata de su revolver.


Y entonces en una décima de segundo, pensó en lo que iba a resolver su problema. Se jugaría su rublo contra todo el dinero de la mesa a la ruleta rusa. Estaba decidido. Y así se lo propuso a sus compañeros de mesa. Ellos, quizas por el excesivo abuso del vodka asintieron y así comenzó una partida de vida o muerte.

Todos dejaron las cartas sobre la mesa, y se dispusieron a contemplar aquel juego macabro. Iván, con una sangre fría que antes no tenia metió una bala en la recamara del revolver y giró el tambor. El ruido de aquella operación se escuchó como un terrible zumbido, pero Iván estaba seguro de si mismo y se colocó el revolver justo en su sien derecha. Ahora no temblaba en absoluto.

Los compañeros de Iván, así como el dueño de la taberna pensaban que no dispararía. Pero se equivocaron por completo. Se escuchó el sonido del percutor al amartillarlo y después el golpe seco del gatillo. No ocurrió nada. Comenzaba bien. Pero había seis agujeros en el tambor de la pistola y debía disparar cuatro veces más. Cuatro oportunidades contra una. Parecía fácil. Eso pensó nuestro protagonista. Y volvió a hacer la misma operación que la primera vez.
El martilleo del percutor, el golpe seco del gatillo. Y ocurrió lo mismo. Solo le faltaban tres disparos.


¿Donde estaría escondida la bala ?.Vamos Iván, no desfallezcas, se animaba mientras miraba la pistola, y se la colocaba nuevamente en la sien derecha. Iván volvió a repetir la operación, y tuvo suerte, mucha suerte. Porque al final, el dinero que había perdido y mucho más volvía a sus manos, y de que manera. Saltaba de alegria, y no era para menos, había burlado al destino, se había reído en sus propias narices. Recogió el dinero, se despidió de aquellos a los que había despojado y se dispuso a marcharse, no sin antes beber un buen trago de vodka. Salió a la calle y un golpe de aire helado le dio de lleno en la cara. Se tapó con su abrigo, miró su reloj. Eran las dos de la madrugada. Empezó a andar.

No había dado dos pasos cuando lo vio. Era un joven delgado, con barba de varios días y con una cazadora raida. Pero eso no le asustó, lo que le llenó de terror, era el puñal que llevaba en la mano derecha. Se le quedó mirando, y sacando fuerzas de flaqueza, le preguntó:

-¿Que es lo que quieres?
A lo que el joven contestó:
-Todo el dinero que tengas.


No se sabe bien porque fue. Si por algún falso movimiento de Iván o por nerviosismo, el joven se adelantó dos pasos y su mano con el puñal entró en el cuerpo de Iván. Su cuerpo quedó tirado en el suelo, su sangre bañó la fría acera, y mientras el joven le quitaba aquel dinero ganado por él en aquella partida a vida o muerte, mientras su vida se le iba escapando, sus ojos se abrieron grandemente y de su boca salieron estas palabras:

-¡Maldito destino, te has divertido bastante esta noche conmigo....