Sunday, January 27, 2008

El Loto Negro

La mirada estaba fija en la extraña figura que ocupaba el centro del gran salón, una mano sostenía el antiguo libro que lo había guiado hasta allí; era extraño pensar en otra cosa que no fuera aquella flor. Un pozo asqueroso rodeaba aquel hermoso y resplandeciente tallo; una iridiscencia bañaba la estancia formando terribles e informes contornos que se arremolinaban tragándose unos a otros. La pureza de aquellos pétalos obligaba a la mente a perderse en su belleza; pérfida y terrible, oscura y mortal. No se sabía de nadie que hubiera llegado hasta el horrible templo y que saliera ileso de él.

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Aquel libro no contenía advertencia alguna de los peligrosos misterios de la cámara dorada y mucho menos hablaba de la oscuridad que cuidaba aquel sagrado lugar. Su autor sólo tomó nota de los delirios de muchos seres humanos caídos en la desgracia de la curiosidad. Mientras miraba los pétalos, la mano dejó caer el inútil manuscrito. Una horrible bruma brotó del asqueroso foso y lo engulló antes de que éste tocara el piso. Las lágrimas corrían frenéticamente, el sudor empapaba las sencillas ropas, un frío se incrustaba en cada poro del tembloroso cuerpo. No había vuelta atrás, la sabiduría reposaba en aquella hermosa flor; sólo tocarla significaba abrir la puerta al negro vacío que se ocultaba del resplandor de las estrellas. La verdad reposaba en el maldito Loto negro.
Con el corazón a punto de salirse del pecho, la mano se acercó a la deslumbrante luz que rodeaba a la enigmática planta. Extrañas criaturas se perfilaban en la densa bruma que sostenía el delicado tallo. Caras horribles, siluetas monstruosas, miles de bocas abriéndose y devorándose unas a otras. Una melodía resonaba en los oídos, destrozando la frágil mente del valiente. No podía permitirse perder la oportunidad de descorrer el velo, tenía que apresurarse antes que la melodía del infierno borrara hasta la última gota de cordura de su cuerpo y alma. La mano se abría y llegaba por fin al preciado trofeo; su dedo acarició el suave y venenoso regalo que un Dios perverso dejó a la humanidad. Por medio de un extraño sortilegio la brillante habitación se transformó en una densa oscuridad. La espesura del negro abismo de horrores innominados rodeó el alma de aquella pobre criatura que se atrevió a conocer la verdad, y como si de una deliciosa brisa se tratara le comunicó un mensaje al pobre viajero que se hallaba perdido en el confín de la nada. Aquel mensaje que era capaz de destruir mundos y universos enteros, los horribles pensamientos que movían todos los mundos y dimensiones habidas y por haber. Era el tiempo de que ese mensaje llegara a oídos de la humanidad. Por obra de la extraña magia que ocultaba el Loto Negro, el desdichado viajero volvió a la tierra; volvió con un mensaje para los habitantes del sentenciado planeta.
Del libro negro:



“El silencio que envuelve el universo es la más horrible de todas las cosas.
El silencio es la voz de los que moran entre los distintos planos de la realidad. Entidades tan perversas que nadie ha osado jamás a rendir culto.
Pobre de aquel que pretenda conocer la eterna letanía que rige las leyes del universo, porque solo la horrible y gran verdad encontrara; la voz de los que no tienen boca”.