Monday, March 27, 2006

La respuesta.

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El curilla introdujo su pase en la maquina, y entro en la estación de metro Sant Michel, en Paris. Ya en el anden salto a la vía, internándose en el túnel ante la indiferencia del resto de los pasajeros. En la penumbra se ajusto los anteojos, saco de debajo de su sotana un crucifijo y amartillo su Mágnum “special police” calibre 44. Recordando que San miguel era el patrón de de los paracaidistas, pensó que no seria mala cosa pegarle una pequeña plegaria. Así que le rogó poder para triunfar sobre las fuerzas del mal y una ayudita a la hora de apuntar, para compensar su fuerte miopía.

Llegó a una diminuta escalera, se arremangó los hábitos y empezó a bajar por ella. Quince metros más abajo el suelo era húmedo y resbaladizo, como no veía absolutamente nada se alumbro con el diminuto mechero que usaba para encender los cirios. Tenía Fe. Dios vendría en su ayuda, en caso necesario. Con su crucifijo ante el, avanzo lenta y corajosa mente hacia la negritud que lo engullía, susurrándose a sí mismo un Avemaría para subirse la moral. Sin poder evitarlo, recordó la cadena de hechos que lo habían llevado a esta situación: Un niño había sido encontrado, mutilado de manera atroz. En su lecho de muerte le había confesado haber sido atacado por “zombies del espacio que se encontraban en las catacumbas”. Intrigado, había iniciado una pequeña investigación entre los amigos del difunto, que la había llevado finalmente a este sórbido lugar. En su primera visita, el sacerdote había sido víctima del pánico, huyendo ante el terror que le causaron la oscuridad y los bestiales sonidos que salían de ella. Ahora había vuelto, pero esta vez estaba armado con su Fe y con un arma de fuego cargada con balas de plata… Y nada más. Nadie sabría jamás que se había enfrentado solo al Mal. Solamente el y Dios.

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A medida que se habría paso entre las tinieblas, empezó a notar un pestilente hedor a cadáver. Murmuro una vez mas con si vocecilla un “Creo en Dios, Padre de todas las codas...” pero las palabras murieron en su garganta. De pronto soltó un juramento, mientras soltaba el encendedor, que la había quemado los dedos. ¿Pero cómo había sido tan idiota de no pensar en traer siquiera una linterna? Tanteó por el viscoso suelo del túnel, tratando de recuperar su encendedor, y preguntándose si era realmente el hombre adecuado para ese trabajo. Treinta zombies le dieron la respuesta adecuada.

Thursday, March 23, 2006

Confesión.

Bueno hace mucho que no escribo nada, la verdad no se si tendré motivación o simplemente es por el desgano, y la fatiga de una nueva historia.

Pero presiento que esta vez será distinto, por que ahora no habrá historia no abra éxtasis en una situación de suspenso o una inmersión profunda en algún homicida, escritor o periodista.

Sino solo seré yo, por un par de líneas.
Para ver si a si puedo desahogar la ira, tristeza y/o soledad, pues si la verdad es que ni yo se lo que siento.

Puede ser tragicómico, por que aquí estoy frente a mi computador, con mucho que contar pero sin nada que decir como siempre.. Sintiendo ganas de gritar con voz muda.

Mirando por mi venta, que será esta vez lo que me haga escribir, talvez una gota de agua, de la lluvia que cae hoy, busco en mis recuerdos puede ser mis amigos distantes que les extraño, lo vacío que me siento o la soledad, que estos días es mi gran compañera.

Como podría partir para darles una idea de lo confuso que me siento. Y mejor pongo la radio para oír que toca.
Y esta, sonando: Si ayer tuviste un di agrias, tranquila yo haré canciones para ver si a si consigo hacerte sonreír… …. Ubago y su canción, no hace mas sino recordarme la soledad que siento.

Con esta siempre se me viene a la mente una gran amiga, la cual no e visto hace mucho tiempo, creo que aun que no lea esto sabe que la estimo mucho, y que la extraño aun mas.

Como extrañar aquellos días en los cuales caminamos y hablábamos miles de cosas. O cuando simplemente recostados y abrazados sin decir nada.

Recordar las tardes, madrugadas en las cuales muy preocupada se encontraba por mi culpa claro, bueno esta enfermedad que me acompaña, que mas de un susto le hizo pasar. Y no solo a ella sino a mas de a alguna amigo.

Si ella es una gran apoyo, un pilar moral y emocional muy grande, con la cual la comulación cada día de hace mas poco frecuente producto de la distancia y nuestras labores cotidianas que han formado un gran abismó.

Bueno creo que es el momento de terminar de escribir, pero no puedo hacerlo sin antes reiterarle a dicha amiga lo que muchas ocasiones le eh dicho..

Y es que la quiero mucho.


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Hasta un nueva ocasión. Me despido mis amigos lectores.
Escrito por Marcelo
Dedicado a mi gran amiga Cata.