Thursday, August 19, 2010

Blandin, Arcángel de los Sueños

El Arcángel Blandin bebió el vaso de tequila sonriendo.
Había tomado la apariencia de una mujer de largos cabellos negros y piel muy blanca, y se había vestido para la ocasión con un conjunto de cuero y látex negro, muy ceñido, con adornos de acero y metal. Cómo el alcohol no enturbiaba su cabeza, hizo una seña al camarero, pidiéndole algo más fuerte. El comprendió, y al poco le colocó discretamente al lado un espejito con una ralla de coca.

Blandin miró la nieve sin decir nada. Recordaba las montañas en las que nació, o al menos donde nació el cuerpo en el que había nacido, hace ya casi 2.000 años. Cuando no era ni Arcángel, ni Angel, solamente una humana que creía con todas sus fuerzas en Jesús, su Mesías, y en la nueva fe cristiana.


Luego... luego se puede decir que hizo carrera. Nunca trabajes en algo que te apasiona, dicen los humanos del siglo XX, pues perderá toda su magia. No van muy desencaminados. Recibió el toque divino, o algo parecido, y luchó en sus filas durante siglos interminables, olvidándose de su anterior humanidad. Conoció y se hizo amiga de Jesús, y se rieron juntos del mito del Mesías, en especial aquella noche en la que, borracho, el Hijo favorito de Dios se puso a cantar (mal) la Traviata...

Había visto contradicciones e injusticias, inquisiciones y masacres... incluso a veces había tomado parte en ellas... No, a menudo, ya que era activa, seria y cerebral, y cuando hacía un trabajo lo hacía bien.

Y al final, todo se redujo a la vieja historia de la bussiness woman, que ha dedicado su vida a su carrera y que, cuando llega a la cumbre, descubre que hace tiempo que perdió su fe en la compañía para la que trabaja.

Aspiro la cocaina, que no le hizo gran cosa, por supuesto. No obstante, quizá por sugestión, se sintió un poco más ligera. Hizo un gesto cómplice al camarero, recogió su tarjeta American Espress Gold y bajó al sótano.

La iluminación era roja y negra y la decoración, simultaneamente barroca y moderna, tomaba bajo los focos móviles aspectos infernales.
Se diría que estoy en uno de los pequeños mundos de Beleth, pensó con una sonrisa. Atravesó la pieza, abriéndose camino entre las cajas púrpura y atrayendo miradas ardientes. Se sentó, sola, en una mesa apartada.

La clientela de la boite estaba formada solamente de mujeres. En escena, una oriental y una negra se acariciaban y besaban, bajo la música del Sex de Madonna. Blandin notó que su corazón latía más fuerte, y que sus mejillas enrojecían. El pecado... ¿qué era el pecado? Si un Arcángel, después de más de 1.000 años, no lo había entendido todavía, había pocas posibilidades de que lo hicieran los humanos.

Al final del número, las dos chicas entraron en los camerinos. Blandin se levantó, y fue tras ellas discretamente. Vio a la oriental desaparecer. Cuando abrió la puerta del camerino, sorprendió a la negra maquillándose. La mujer se levantó, y la miró extrañada y en silencio, subyugada por algo impalpable y luminoso que no acertaba a comprender.

Blandine desabrochó lentamente sus ropas, como si apreciara más la sensación de pecado que el pecado en sí mismo. Quedó totalmente desnuda, y se miró al espejo, palpando, de un modo muy poco erótico, sus pechos y su pubis, como para asegurarse de que todo estaba dónde debía estar. No estaba muy habituada a tomar forma humana, y mucho menos a quedarse sin ropa. La chica negra se rió al verla así. Blandin sonrió, se acercó, tocó apenas con los dedos el pecho moreno de ella...

Y aquella noche, los Angeles que soñaban soñaron Amor...